PONER LA ETICA EN EL CENTRO: la urgencia del sistema educativo

La escuela no puede limitarse a transmitir contenido, debe convertirse en un semillero de ciudadanos con una brújula ética clara. Ya no basta con un taller de valores o un cartel en el pasillo que diga “Sé honesto”. Si queremos sociedades más justas y responsables, la ética debe vivir en cada rincón de la vida escolar.

6/18/20254 min read

Etica en el centro de la curricula educativa
Etica en el centro de la curricula educativa

En un mundo donde la corrupción campa a veces a sus anchas y las “buenas intenciones” se quedan en meros titulares, la escuela no puede limitarse a transmitir contenidos: debe convertirse en un semillero de ciudadanos con una brújula ética clara. Ya no basta con un taller de valores o un cartel en el pasillo que diga “Sé honesto”. Si queremos sociedades más justas y responsables, la ética debe vivir en cada rincón de la vida escolar.

De Finlandia a Noruega: cultura antes que leyes

El sociólogo Bernardo Kliksberg, en diálogo con Amartya Sen, plantea una pregunta incómoda pero iluminadora:

“¿Por qué países como Finlandia o Noruega, con legislaciones normales y penas habituales, tienen niveles de corrupción tan bajos?”

La respuesta no está en la dureza del castigo, sino en la cultura ética profundamente arraigada en esas sociedades. Una cultura que no tolera al corrupto no porque tema la sanción legal, sino porque se lo excluye social y simbólicamente.

Kliksberg menciona que Noruega no esperó un escándalo para actuar. Su primer ministro creó una Comisión Nacional de Valores Humanos para asegurar que todos los colegios y municipios del país discutan, todo el año, los nuevos desafíos éticos de la sociedad. Incluso el Fondo de Inversión Petrolera del Estado ha retirado inversiones de empresas multinacionales por violar principios éticos, desde el maltrato laboral hasta la venta de armas.

No es “magia nórdica”. Es coherencia. Es decisión política. Es educación con propósito.

La trampa de enseñar “valores” sin vivirlos

Cuando la ética se convierte en contenido suelto –“hoy leemos un cuento sobre la honestidad”–, se convierte en un objetivo bueno pero superficial. La escuela puede ser eficiente pero ciega. Un alumno puede recitar la definición de justicia en un examen y, al día siguiente, normalizar el acoso digital.

La ética no es un dato para memorizar: es un proceso de reflexión, experiencia y práctica diaria. Si la institución no encarna con coherencia sus propios discursos, los estudiantes aprenden dos mensajes contradictorios:

La ética importa en la teoría.”

“En la práctica, ganan los que no la respetan.”

Eso es un cóctel explosivo para la confianza social.

Ética vivencial: el corazón del clima institucional

La verdadera transformación ética no nace solo en el aula, sino en el modo en que toda la escuela existe y se relaciona. Es lo que llamamos ética vivencial:

  • Decisiones participativas vs. autoritarias: ¿Quién decide los proyectos, las normas o la distribución de recursos? Incluir a estudiantes, familias y personal en las discusiones podria ser una buena forma de generar corresponsabilidad y mayor participacion.

  • Resolución de conflictos reparadora: ¿Se castiga o se repara? Acompañar el error con diálogo y restauración suele ser mas efectivo que mil sanciones.

  • Docentes como sujetos éticos: Cuando el profesorado modela coherencia entre palabra y acción -reconociendo sus errores, defendiendo principios y debatiendo dilemas-, ofrece un ejemplo vivo mejor que cualquier lección.

  • Clima cotidiano: Horarios, asambleas, trato al personal auxiliar, comunicación interna… Todo comunica valores. Nada es “neutro”.

Si el respeto, la justicia y el cuidado se respiran en cada esquina, los alumnos no sólo escuchan discursos: los viven.

¿Por dónde empezar? Algunas ideas de actividades interesantes:

Espacios de conversación ética semanal

Reservar una hora de tutoría o asamblea para dilemas reales (consumo, redes, discriminación). No se trata de un monólogo docente, sino de pensar en voz alta de manera interactiva y grupal.

Teatro ético y juicios simulados

Representar casos de la vida real y debate roles: ¿Qué valores chocan? ¿Qué decisiones tomarías? El arte puede facilitar nuevas miradas y el cambio de roles activa la empatía y la búsqueda de nuevas soluciones más inclusivas.

Proyectos interdisciplinares con foco ético

Integrar historia, ciencias y arte para analizar problemas globales (cambio climático, IA, migración) suele ser muy enriquecedor. El aprendizaje de contenidos gana profundidad cuando se acompaña de reflexión ética.

Lectura crítica de medios y narrativas

Analizar noticias, publicidad y series: ¿Qué valores se promueven? ¿Qué silencios hay detrás de un titular? La alfabetización mediática se potencia con el ejercicio de una mirada ética.

Formación docente continua en ética aplicada

Crear comunidades de práctica donde el profesorado comparta experiencias, herramientas y dilemas. La seguridad para liderar conversaciones éticas se construye mejor entre colegas.

Código ético cocreado con la comunidad

En lugar de imponer normas, funciona mejor redactar un código con estudiantes, familias y docentes. Será una brújula compartida, revisable y viva.

La escuela como trinchera (ética) en tiempos inciertos

No estamos hablando de un lujo ni de una utopía pedagógica. Poner la ética en el centro de la escuela es urgente.

Vivimos tiempos donde resurgen guerras, discursos de odio y democracias que tambalean. Tiempos donde algoritmos invisibles toman decisiones por nosotros y donde los avances tecnológicos van más rápido que nuestra capacidad de reflexionar sobre sus consecuencias.

En ese contexto, una educación sin anclaje ético es una fábrica de habilidades al servicio de cualquier causa, incluso las más destructivas. Podemos formar genios digitales que diseñen armas autónomas. Líderes carismáticos que manipulen multitudes. Jóvenes brillantes que vean la injusticia como parte del sistema y el poder como derecho natural.

La educación sin ética no es neutra: es riesgosa.

Y no se trata solo de agregar contenidos de ciudadanía o talleres bienintencionados. Se trata de construir instituciones que funcionen como contrapesos morales, espacios donde los límites, las decisiones y los vínculos estén atravesados por preguntas éticas reales, no por el manual de convivencia.

Porque si la escuela no prepara a las nuevas generaciones para pensar con criterio, actuar con responsabilidad y resistirse a la deshumanización… ¿Quién lo va a hacer?

No tenemos tiempo para seguir decorando el currículo con valores. La ética no es una asignatura. Es una condición de posibilidad para que el aprendizaje tenga sentido en este mundo.

Y si no lo entendemos ahora, puede que después tengamos que enfrentar un escenario complicado. ¿No será entonces el momento de hacer, sin demoras, un verdadero re start poniendo la ética en el centro del cambio?