PANTALLAS Y NIÑEZ: ¿Cuánto es demasiado?
Estrategias útiles para manejarlo sin dramas
FAMILIAS
6/2/20252 min read


En estos tiempos donde lo digital lo atraviesa todo —trabajo, ocio, vínculos, compras y hasta el sueño—, muchas familias se preguntan: ¿Cuánto tiempo puede estar mi hijo frente a una pantalla sin que eso le haga daño?
No es una pregunta menor. Diversos estudios sostienen que la exposición temprana y prolongada a las pantallas impacta directamente en áreas fundamentales del desarrollo infantil, como el lenguaje, la capacidad de vincularse con otros, la identificación y expresión emocional, la tolerancia a la frustración y el desarrollo de las funciones ejecutivas (esas habilidades clave que usamos para planificar, tomar decisiones, controlar impulsos, entre otras cosas).
¿Qué dicen las investigaciones al respecto?
Aunque cada niño es distinto y cada familia tiene su propio ritmo, hay algunas pautas generales que pueden orientarnos:
Menores de 2 años: Lo más recomendable es evitar totalmente las pantallas. Nada de dibujitos para comer o vídeos para dormir.
De 2 a 6 años: Máximo 1 hora al día, siempre con contenido de calidad, y mejor si es acompañado por un adulto.
Mayores de 6 años: No más de 1 hora y media diaria de pantalla pasiva, es decir, tiempo sedentario frente a dispositivos, también con supervisión familiar.
Además, se aconseja evitar las pantallas al menos una hora antes de dormir, ya que la luz azul inhibe la melatonina, la hormona que regula el sueño, y puede generar dificultades para conciliarlo o hasta provocar pesadillas.
Entonces, ¿Qué podemos hacer?
Aquí van algunas ideas prácticas que pueden ayudarte a poner límites saludables sin entrar en batallas campales:
Anticipar el fin del tiempo de pantalla: A los más pequeños, avisarles con 10 minutos de antelación que el tiempo se termina. Sentarte a su lado y conversar sobre lo que están viendo facilita la transición.
Tener un “plan B” listo: Ofrecerles una actividad atractiva para hacer justo después del tiempo frente a la pantalla. Esto reduce las rabietas. Por ejemplo: “Cuando termine este capítulo, vamos a jugar con plastilina o salir al parque”.
Evitar el uso personal de dispositivos: En lugar de darle la tablet o el móvil en la mano, mejor usar una pantalla colocada a al menos 40 cm de distancia (como un televisor). Esto cuida su vista y evita la absorción total en la pantalla táctil.
Observar señales de fatiga visual: Ojos rojos, visión borrosa, sequedad ocular, dolores de cuello o cabeza pueden ser señales de alerta. Reducir el tiempo de exposición y aumentar la distancia de visualización ayuda a prevenirlo.
Nunca en la oscuridad total: Mirar pantallas en habitaciones completamente oscuras cansa más los ojos. Siempre es mejor que haya algo de luz ambiente o, idealmente, luz natural.
Compensar con aire libre: Después del tiempo de pantalla, invitarlos a mirar por la ventana o salir a observar cosas a lo lejos. Jugar en el exterior estimula la visión a diferentes distancias y equilibra el tiempo digital.
En resumen:
No se trata de demonizar las pantallas, sino de acompañar su uso con criterios claros, límites amorosos y presencia adulta. Las pantallas no deben ser ni enemigas ni niñeras, sino herramientas que usamos de forma consciente y dosificada.
En Consonantia creemos en una crianza reflexiva, donde el uso de la tecnología no reemplace los vínculos ni las experiencias que construyen infancia. Y tu ¿Cómo gestionas el uso de pantallas en casa? ¿Qué estrategias te funcionan mejor?
¡Te leo en los comentarios!